Nuestro cliente es una cadena hotelera urbana de tipo medio. Hace dos años arrendó un hotel en una ciudad de costa de particular encanto. El hotel podía considerarse semiurbano y semivacacional. En él invirtió una importante suma para su renovación y lo gestionó de hecho como un hotel de ciudad ubicado en una periferia de características vacacionales.
El resultado fue francamente bueno y ello le predispuso a repetir a operación en un hotel muy cercano al suyo y de similares características, afectado por necesidad de renovación y por deficiencias en la gestión comercial. Por ello encargó a BurgMaster Hospitality Consultants conseguir su arrendamiento o, en último término, su compra. BurgMaster identificó rápidamente al propietario y entro en contacto con el mismo.
En dicho hotel la propiedad y la gestión eran dos figuras distintas, vinculadas profesionalmente y, también, por una antigua amistad. Recientemente, sin embargo, el operador había trasladado el peso de su actividad a sus descendientes que gestionaban de facto el hotel y lo hacían cada vez peor, con lo cual el operador perdía dinero cada año, e iba poniendo en peligro su situación financiera, cosa muy preocupante dada la edad del mismo. Al mismo tiempo, el hotel se iba degradando, tanto física como comercialmente.
La antigua amistad entre propietario y gestor impidió inicialmente que el propietario planteara a su viejo amigo la necesidad de que renunciara al arrendamiento. Sin embargo, BurgMaster facilitó para ello los argumentos adecuados y por otra parte la mejora de la renta y el compromiso de invertir en la renovación del nuevo arrendatario produjeron un acuerdo en el que las tres partes ganaban: nuestro cliente tenía por fin el hotel que deseaba, el propietario tenía un nuevo arrendatario profesional que le iba a pagar una renta conveniente y a mantener el hotel en perfecto estado y el anterior operador dejaba de perder dinero.